Sin prejuicios


jueves, 20 de mayo de 2010

Un nuevo número manoteado en el aire

Con una mezcla de sentimientos y sensaciones se presenta, una costumbre rara, misteriosa y coqueta. Saber interpretar sus señales ayuda mas no encamina. Gilada. ¿cómo interpretar a alguien que no sabe a dónde quiere ir? Estudiarlo, comprenderlo y mal tratarlo con pruebas de destinos forzados, y por tanto errados, es el camino que plantea el sentimiento de escribir. ¡por supuesto que obligar no ayuda! Forzarlo es forzarse (y no esforzarse), asi como desafiarlo es desafiarse. Aunque por supuesto es preferible la segunda.
Se lee, de todas formas, que no se trata de alguna especie de espectro sádico exterior a uno mismo. Es que, aunque indecirnible es su procedencia, palpable es la incitacion que produce en uno (y solo en uno mismo), desde algún rincón emocional, a la producción. Producción, por otro lado, enteramente laxa y desihibida cuando este sentimiento alcanza su realización, y la libera de toda aspiración egocántrica de exentricidad, las mismas que desde siempre, de llegar a la luz, no hacen más que ridiculizar a la metáfora hasta perder toda claridez conceptual y linealidad. El abuso de la poesía, se ha convertido en el germen narcisista (por exceso) de diferenciacion intelectual, más en boga que nunca, que ya no promueve la creatividad, el estilo o siquiera la individualización artística... o el arte.
Este sentimiento se manifiesta pronto como un estado de ánimo desestabilizante. Eseptisismo. Burbuja emocional. La necesidad latente. Fluye la idea hacia el cuerpo, sin escalas. De un momento a otro nos encontramos embebidos en nuestra predilección, cualquiera sea, expresandonos, descubríendonos, preguntandonos, corrigíendonos... produciendo. Será nuestro propio esfuerzo, o quizás aun de la necesidad inconciente, que nos desviará de todo intento ficticio y que, de perceberar, empedernidamente nos devolverá a nuestro estilo, en el que nos encontramos y somos. Redescubrimos esas notas, pinceladas, palabras, pasos, etc. que nos son característicos, cómodos. En ese momento, como nunca, el mensaje no necesita un receptor más que uno mismo, porque así cramos, nos divertimos, nos escuchamos y entendemos, y sólo dejamos de fluir agotados.
Para quienes tenemos estos momentes de claridad se nos hace cada vez más esterna la espera por el próximo. Anciamos esa claridad, esa predisposición emocional... esa sensibilidad artística.